Quien tiene la verdad lo tiene todo.
Eso escribió Javier Calzada en una biblia que me obsequió los primeros días que lo conocí cuando denunció el abuso sexual de “Meño”.
Él aún era seminarista convencido de convertirse en sacerdote y acababa de iniciar un camino que a los ojos de la mayoría parecía imposible.
Solo releyendo esa frase tiene sentido como Javier llegó tan lejos desde aquellos días de marzo de 2017 cuando sufrió uno de los peores rechazos públicos que una víctima ha tenido en Piedras Negras.
Se había emprendido una campaña para desacreditar su testimonio, invertir el manejo de información en su contra y en el peor de los casos censura y “línea” en algunos medios de esta pequeña ciudad.
Javier había denunciado a figuras del poder como un sacerdote y al Obispo.
En contraste aquel joven de familia muy humilde aparentemente no tenía nada excepto algo: su testimonio.
Decidí apoyar a Javier porque el periodismo tiene su mayor sentido en casos como el suyo: Cuando los poderosos abusan de los que se supone no tienen voz.
La imparcialidad existe solo en teoría porque en los momentos de graves injusticias las personas definimos si actuamos o somos cómplices.
Javier es ejemplo de la capacidad que existe en cada uno de poder hacer grandes cambios si no nos quedamos callados y quietos por miedo.
Más allá del hecho histórico de demostrar la culpabilidad de un sacerdote por abuso sexual, Javier es prueba de que si se tiene la verdad es posible hacer justicia no importa que tan influyente sea el abusador.
Los tiempos cambiaron y ahora la credibilidad no se obtiene por simplemente ser ministro religioso, gobernante o periodista, sino por el actuar de cada día. El respeto se gana.
Felicidades a Javier Calzada, a su familia, a los pocos pero muy valientes que lo apoyaron, a Ignacio Martínez, a sus amigos, a los amigos periodistas que lo acompañaron, a los fieles católicos que fueron muchos los que estuvieron con él y que saben que este hecho histórico es por el propio bien de la iglesia.