Dustin John Higgs, un hombre de 48 años, fue ejecutado las primeras horas de este sábado y se convirtió en el último preso federal en morir bajo el mandato de Donald Trump.
Fue además el decimotercero desde que el Departamento de Justicia reinició las ejecuciones a nivel federal, incluida la primera mujer en siete décadas.
Higgs recibió una inyección letal en la penitenciaría federal Terre-Haute de Indiana; había sido condenado por secuestrar y ordenar el asesinato de tres mujeres en 1996, aunque defendió su inocencia hasta el final.
“Soy un hombre inocente. Yo no ordené los asesinatos”, según sus últimas palabras.
El autor material fue Willis Haynes, condenado a cadena perpetua.
Aquella noche de enero en 1996, Higgs invitó a tres mujeres jóvenes a su apartamento cerca de Washington con dos amigos. Una de las chicas lo rechazó y él se ofreció a llevarlas a casa, pero en lugar de eso se detuvo en un descampado donde, según el Departamento de Justicia, ordenó a uno de sus amigos a disparar a las tres mujeres, de entre 19 y 23 años.
Su abogado defensor apeló recientemente la ejecución de la condena porque padecía coronavirus y era probable que sus pulmones afectados por la enfermedad sufrieran mucho en el momento de la inyección de pentobarbital.
El Tribunal Supremo se negó a detener la ejecución, aunque algunos de los jueces discreparon, como la progresista Sonia Sotomayor, quien lamentó la “urgencia sin precedentes” que ha rodeado el caso.
Estados Unidos reanudó las ejecuciones a nivel federal en julio de 2019 por orden del fiscal general, William Barr, tras una moratoria de 16 años. Desde entonces, solo se habían llevado a cabo tres ejecuciones federales, aunque han seguido produciéndose en los 29 Estados en los que está en vigor