Opinión | Ricardo Martínez González
A solo 16 días del final de su mandato, la presidencia de Joe Biden enfrenta decisiones críticas relacionadas con Irán y su programa nuclear. En lugar de limitarse a una transición tranquila, como dicta la tradición en un cambio de gobierno, Biden se encuentra evaluando las implicaciones de un posible ataque aéreo contra instalaciones nucleares iraníes.
Una reunión clave y la postura de Biden
Hace semanas, el Asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, presentó a Biden opciones para un posible ataque contra Irán. Según informes, Biden decidió no autorizar ninguna acción militar en ese momento, y desde entonces su posición no ha cambiado. Sin embargo, algunos altos funcionarios de su equipo, incluido Sullivan, ven esta como una oportunidad estratégica. Argumentan que las defensas aéreas de Irán están debilitadas, sus aliados en la región han sido neutralizados y un ataque ahora podría minimizar la capacidad de respuesta del régimen iraní.
A pesar de estas presiones internas, Biden se mantiene cauto. Como presidente saliente, sabe que una decisión de este calibre podría complicar la transición para Donald Trump y agregar otra crisis a su legado.
Promesas incumplidas y preocupaciones nucleares
Desde su campaña en 2020, Biden prometió evitar que Irán obtuviera armas nucleares, apostando por revivir el acuerdo nuclear que Donald Trump abandonó en 2018. Sin embargo, los esfuerzos para restaurar dicho acuerdo han fracasado. Esto deja abierta solo una opción: atacar las instalaciones nucleares de Irán, algo que Biden no ha querido hacer sin pruebas concluyentes de que el régimen está fabricando armas nucleares.
Estados Unidos sigue preocupado por las intenciones iraníes. Desde 2021, Irán ha enriquecido uranio al 60%, alcanzando niveles aptos para armas nucleares. Según estimaciones, el régimen podría fabricar hasta cuatro bombas nucleares en un año, marcando un fracaso significativo para la política exterior de Biden hacia Irán.
El contexto internacional y el legado de Biden
La postura más agresiva de algunos funcionarios estadounidenses se alimenta de señales recientes: declaraciones ambiguas de líderes iraníes sobre su doctrina nuclear, actividades sospechosas relacionadas con la investigación nuclear y el debilitamiento del régimen iraní debido a los enfrentamientos entre sus aliados y fuerzas israelíes. Sin embargo, estas razones no han sido suficientes para convencer a Biden de ordenar un ataque.
La posibilidad de que Irán pueda escalar sus actividades nucleares plantea riesgos para la estabilidad regional y el legado de Biden en política exterior. Esto contrasta con la estrategia de presión máxima implementada por Donald Trump, que, aunque
controvertida, logró frenar parcialmente las ambiciones nucleares de Irán.
Mirando hacia el futuro
Con Donald Trump preparado para asumir nuevamente la presidencia, es probable que continúe con una estrategia más confrontativa hacia Irán. Mientras tanto, Biden enfrenta las críticas de haber permitido que el programa nuclear iraní avanzara sin restricciones significativas, dejando al próximo gobierno un desafío mayor y una región aún más inestable.