Las restricciones de viaje por el coronavirus han afectado a millones de personas en el mundo, incluso en el Círculo Polar Ártico, donde dos exploradoras afrontan las condiciones de encierro más extremas.
Las mujeres se enfrentan a la incertidumbre de no saber en qué momento podrán regresar a casa.
Sunniva Sorby, de 59 años y Hilde Fålulm Strøm, de 52, partieron el pasado agosto hacia el archipiélago de Svalbard, ubicado entre Noruega y el Polo Norte.
Ambas son cofundadoras de Hearts in the Ice, una organización que promueve la conservación del medioambiente y con su viaje buscaban recopilar datos ambientales y crear conciencia sobre el cambio climático.
La pareja se hospedó en Bamsebu, una cabaña remota construida en 1930 para alojar a balleneros, a unos 140 kilómetros de cualquier rastro de población.
Todo ese tiempo, solo estuvieron acompañadas de renos y osos polares y tras finalizar el invierno, se convirtieron en las primeras mujeres en pasar la estación más fría del año en el Ártico.
Este mayo, iban a regresar por fin a casa, pero el barco que debía recogerlas no pudo salir del puerto por las restricciones de movilidad quedándose atrapadas allí.
Se vieron obligadas a racionar sus alimentos, pues desconocen cuándo podrán regresar, y deben considerar la posibilidad de tener que pasar otro invierno allí.
A pesar de que el trabajo las mantiene activas, reconocen que es difícil y están asustadas por el futuro. Cada vez que salen de la cabaña, de unos 20 metros cuadrados, tienen que vestirse con 9 kilos de ropa para protegerse del frío y de los distintos elementos de riesgo. Además, llevan bengalas, una navaja suiza y un rifle.
El tiempo que no trabajan, intentan mantenerse activas viendo películas, cocinando o bailando, a pesar de las numerosas horas de oscuridad.