Miles de abejas momificadas en sus capullos durante unos 3.000 años fueron descubiertas por investigadores en Portugal, de acuerdo a National Geographic.
El hallazgo se dio en la costa de Odemira, donde investigadores se encontraron con una horda de estos insectos, cuya fosilización resulta excepcionalmente rara.
Los insectos, contra todas las probabilidades, fueron preservadas a lo largo de miles de años. Los capullos en los que aún descansan representan un método de fosilización sumamente inusual. Este descubrimiento ocurrió mientras el equipo buscaba señales del cambio en el ecosistema de la región a lo largo del tiempo.
Al morir, su esqueleto sufre un deterioro rápido debido a la composición quitinosa de su estructura; sin embargo, estas abejas pertenecientes al grupo Eucera lograron mantenerse intactas. Según el artículo publicado en la revista Papers in Paleontology, este descubrimiento marca el primer registro de -icnofósiles-, es decir, rastros fósiles que contienen el organismo dentro.
Los capullos descubiertos estaban recubiertos y sellados con un hilo similar a la seda producida por las abejas madre. La estructura creada con este hilo, una especie de polímero orgánico impermeable, favoreció la preservación de las jóvenes abejas que nunca vieron la luz.
Esto protegió las células de las abejas de la actividad bacteriana y la descomposición al aislarlas del entorno. El investigador también explicó que generalmente lo que sobrevive de las abejas en el registro fósil son trazos o icnofósiles: huellas congeladas, nidos deshabitados o activos, o antiguas madrigueras.