Redacción.- Una mujer australiana de 37 años tenía por costumbre limpiarse todos los días los oídos con un hisopo, hasta que notó que tenía ciertos problemas para escuchar con claridad en su oído izquierdo.
Preocupada, decidió ir acudir al médico, a lo que el especialista le explicó en un principio que se trataba de una infección y le recetó antibióticos.
Al pasar del tiempo el problema no mejoraba hasta que un día notó que le salió sangre mientras se limpiaba con el cotonete. Alarmada, volvió a acudir al especialista, que le realizó una prueba de audición y, efectivamente, detectó que padecía una sordera moderada.
Sorprendido, el médico decidió investigar un poco más y le realizó una tomografía computarizada, que sacó a relucir la verdad: una infección bacteriana que estaba carcomiendo el hueso del cráneo de detrás de la oreja.
El médico le dijo que era un problema de hace cuatro o cinco años. y que necesitaba una cirugía urgente. Y así lo hizo, le extrajeran el tejido infectado y le reconstruyeran el canal auditivo.
Los cirujanos acabaron dando con el motivo que había causado tan crítica situación: fibras de algodón alojadas en el oído que se habían infectado.
El algodón había estado acumulándose y pudriéndose durante cinco años, y el hueso del cráneo detrás de la oreja era delgado como el papel, explicó a la prensa la paciente.
Desde hace tiempo que la comunidad médica viene alertando que esta no es una práctica muy saludable. La presidenta de la Comisión de Audiología de la Sociedad de Otorrinolaringología de España, María José Lavilla, explicó que, “por más repulsión que nos produzca, la cera está ahí por algo. Contiene aceites que lubrican y previenen la sequedad, el picor y la descamación. Además, cumple una función antibacteriana y antihongos”.